Hablando con lamidos
Lamer no es solo un reflejo; es casi como tener un vocabulario propio. Los perros pueden lamer las piernas de sus dueños por motivos tan variados como querer atención, sentir curiosidad o buscar un poco de consuelo. Cada lamido abre una ventana a su mundo interior, mostrando de alguna manera lo que sienten y necesitan. Además, este gesto refuerza el lazo con esa persona a la que ya ven como su referencia.
Por otro lado, la piel humana, al sudar, emite sales minerales y otras sustancias que pueden resultar muy atractivas para los perros (sobre todo en días calurosos, cuando el sudor tiene un aroma y sabor más marcados). Incluso las cremas o lociones en la piel pueden estimular ese lamido.
Un hábito desde la infancia
Desde que son cachorros, reciben lamidos de su madre como una forma de cariño y protección. Este comportamiento se queda con ellos al crecer y se extiende a cómo se relacionan, incluso con nosotros. Lamer se convierte en una extensión natural de sus primeras experiencias, un gesto que simboliza cuidado y protección mutua.
Cuando un perro lame las piernas de su dueño, está reafirmando su lugar en la familia. Es su manera de decir “eres parte de mi manada”, transmitiendo confianza y proximidad.
Reforzando lo positivo y señalando nerviosismo
Los perros se dan cuenta rápidamente de que, al lamer, consiguen caricias, palabras dulces y otras muestras de cariño. Cada experiencia positiva lo anima a seguir haciéndolo. Sin embargo, si notas que se vuelve algo excesivo, puede tratarse de señales de ansiedad o nerviosismo.
Un lamido exagerado puede ser una alerta de que algo no está andando bien, ya sea por problemas como la ansiedad por separación o simplemente por falta de actividades divertidas. Si, además, observas otros comportamientos como inquietud o gemidos, no está de más consultar al veterinario o a un especialista en comportamiento para asegurarse de que todo esté bien.
Canalizar una conducta natural
Aunque en la mayoría de los casos este lamido no supone un problema grave, es buena idea dirigir esa energía hacia otras actividades que beneficien tanto al perro como al dueño. Juguetes interactivos, juegos o recompensas cuando se muestra más tranquilo son alternativas para canalizar esa energía de forma positiva.
Cada lamido es un mensaje que va más allá de lo físico, y pasarle por alto sería perderse una parte importante de lo que nuestro perro quiere contarnos. Ajustar la rutina diaria con paseos regulares y actividades entretenidas puede ayudar a moderar este comportamiento, sobre todo en razas muy sociables como los labradores o border collies.
Entender e interpretar esos lamidos nos permite estar pendientes de lo que nuestro perro necesita, tanto emocional como físicamente, lo que a la larga contribuye a mantener una relación armoniosa y llena de complicidad con nuestro amigo canino.